La violencia hacia las futbolistas: una problemática estructural

Estas semanas se hizo aún más visible la situación de violencia que vivió Scarlett Camberos, jugadora del América, al ser acosada por un individuo llamado José Andrés N. y quien mediante distintos perfiles violentó a la jugadora, al grado de 'hackear' sus redes sociales e incluso inventar una relación amorosa entre ambos. Y digo "se hizo aún más visible" porque en realidad es un hecho que llevaba meses ocurriendo y que lamentablemente no se limita al caso de Camberos, sino que podríamos hacer mención de varias jugadoras que han denunciado públicamente la violencia que padecen en los espacios digitales.

Scarlett Camberos se ganó a la afición americanista. Foto: América Femenil.

En el caso de la americanista, la violencia escaló tanto que hizo válido su derecho a tomar una pausa de su actividad futbolística para pasar unos días con su familia en Estados Unidos, pero decidió no regresar a la escuadra de Coapa, para cuidar su bienestar físico y psicológico. Lo anterior fue confirmado por América mediante un comunicado que aunque intentó manejarse en lo políticamente correcto, dejó ver, en la forma del discurso, cómo se concibe la violencia contra las mujeres. Asimismo, el Angel City ya anunció su llegada; Camberos continuará su carrera en la NWSL.

En este contexto, la respuesta de distintos actores es digna de analizarse, tanto del club, la Liga, otras futbolistas, la afición y, por supuesto, los medios de comunicación. 

Me gustaría enfatizar que el caso de Camberos es un reflejo de lo que ocurre a nivel estructural a las mujeres en este país. De acuerdo con las estadísticas, el 70.1% de las mujeres hemos vivido algún tipo de violencia (sexual, económica, física, psicológica, laboral...), asimismo, hablando de la violencia digital, más de la mitad de las personas que la viven son mujeres y son quienes más reciben mensajes de índole sexual.

Tres de cada 10 mujeres de entre 20 y 29 años ha vivido violencia digital 

¿Cómo reaccionaron las personas involucradas en este caso?

Camberos tomó la decisión anteponiendo su seguridad, su estabilidad emocional, su bienestar físico y psicológico, ella actúo como lo debe hacer quien está enfrentando una situación así de complicada. No creo que para la jugadora haya sido fácil dejar ir al club que la posicionó como una atacante letal, que la puso ante los reflectores y fue fundamental para su presencia en la Selección Mexicana; su familia, entregada a la oportunidad que las Águilas le dieron, seguramente también ha padecido el duelo de dejar de vestir la camiseta azulcrema, pero nada, ni la mejor oportunidad laboral vale la pena si tu seguridad está de por medio, eso debemos tenerlo presente. 

América hizo lo que creyó suficiente, explicó del acompañamiento psicológico y legal, pero argumentó que no pudo hacer más ante la opacidad de las autoridades y las lagunas legales que no permiten que haya una verdadera justicia: José Andrés N solo recibió una sanción de 36 horas de arresto domiciliario, lo que no evitó que la violencia continuara. El club culpa a la Fiscalía, la Fiscalía culpa a lo endeble de las leyes mexicanas, ¿entonces en quién recae la culpabilidad? 

La respuesta no es en singular, sino que habría que señalar a distintos actores: una sociedad patriarcal, leyes que minimizan la violencia contra las mujeres, el machismo metido hasta la médula en los medios de comunicación, los clubes que protegen a jugadores que son agresores, la afición que ve en el futbol un espacio de violencia y humillación (vejación al otro). Lo desmenuzo: 

Una estructura difícil de desmontar. La violencia contra las mujeres es una problemática que se halla en cada rincón de la sociedad, incluyendo al futbol, y está normalizada, es decir, no escandaliza que una mujer sea acosada, sino que se considera parte de lo "natural", por ello, cuando saltan estos casos sobre figuras públicas, la reacción de la afición se sintetiza en esto: 


El pensamiento generalizado es que "no pasa nada", que cambie de teléfono, que haga como si no sucediera, porque claro, ella es la que debe cambiar, pero hay un casi nulo señalamiento acerca de quien ejerce la violencia.

También están los comentarios relacionados con que las jugadoras deben evitar compartir fotografías porque eso "provoca el acoso"; pues no, jamás será responsabilidad de la víctima, sino de quien la agrede, que las concibe como un objeto que puede consumir. 


Y los discursos de los medios tampoco ayudan, ya que continúan con la reproducción del pensamiento machista y patriarcal que se pudo observar en los tuits ilustrados previamente: los textos ponían la responsabilidad en la jugadora, incluso se hablaba de que "quiso aprovechar la situación" para salir de América y volver a Estados Unidos. 


Y la Liga o los clubes poco o nada han hecho de manera real. Las campañas cada 25 de noviembre o cada 8 de marzo se quedan solo en eso, en papel, en publicaciones sin fondo, porque si de acciones se habla, América contrató a Craig Harrington, un director técnico acusado de violencia verbal y psicológica; aceptó el regreso de Renato Ibarra, a pesar de la denuncia de feminicidio en su contra; por su parte, la Liga jamás se pronunció acerca del feminicidio de Mar Ibarra, una de las mayores impulsoras del futbol femenil previo al profesionalismo, y tampoco aclaró las acciones tomadas en los casos de Greta Espinoza o Jana Gutiérrez. La violencia escaló, pero lo hizo cobijada por la impunidad de todas las partes involucradas. No es un problema solo de América o de la Liga, sino de la estructura social. 

Las razones de la violencia digital

Si en el espacio físico, la violencia contra las mujeres no merma y es difícil que reciba sanciones, en el espacio digital es aún más difícil. Protegidos por el anonimato o simplemente por estar detrás de una pantalla, personas (en su mayoría hombres) acosan a mujeres, en este caso, a las futbolistas de la Liga MX Femenil. ¿Por qué lo hacen? La respuesta es dolorosa, pero real: porque pueden. 

Se trata de un ejercicio de poder, como el acoso callejero, el cual es una muestra del derecho con el que se sienten los hombres de apropiarse del cuerpo de las mujeres, no solo me refiero a lo físico, sino al dirigirse a una mujer y hacerle comentarios acerca de su aspecto, es una manera de poseerla, de ejercer el poder que socialmente se les ha atribuido a los hombres. La respuesta de ellos es "para qué suben esas fotos", "para qué andan por la calle", "para qué existen". 

Sin duda, la estructura social permite que este tipo de violencias prevalezcan y no va a ser sencillo derribarlas, pero es tarea de todas las instituciones (núcleo familiar, escuela, medios de comunicación, Estado) dar los pasos necesarios para lograrlo. 

El caso de Camberos es solo una muestra de lo que miles de mujeres pasan a diario. Que sirva la experiencia, que esto no se repita más, que no se minimice la violencia contra las mujeres y que de a poco, tengamos la libertad, de ser, de trabajar, de vivir nuestros sueños. 




Comentarios