Denuncias sin eco en la NWSL

La violencia machista no tiene límites. El futbol femenil es un espacio que aún en el 2022, a más de 100 años de su historia, continúa reproduciendo la violencia contra las mujeres, eso sin importar que seas parte de la mejor selección del mundo, sin importar que juegues en una Liga que pregona respetar y apoyar a sus jugadoras, la violencia machista es esa pandemia que arrastramos desde hace siglos y no parece haber forma de erradicarla.

Hace apenas unos días se dio a conocer la investigación realizada por Sally Q. Yates, exfiscal de Estados Unidos, esto a petición de la misma Federación de Futbol estadounidense (US Soccer), y lo que arrojó es espeluznante, pero lamentablemente diría que no es sorpresivo, ya que el abuso hacia las mujeres es un tema constante y el balompié no está exento: abuso de poder, abuso verbal, acoso, comentarios de contenido sexual, tocamientos indeseados y relaciones sexuales coercitivas es lo que reportó la investigación de Yates. ¿Qué es lo peor? La Liga y los clubes sabían lo que pasaba, pero no actuaron, y es casi una década de abusos reiterados contra jugadoras profesionales, en una de las competencias que se pensaría es de las más importantes a nivel Mundial por la calidad de sus jugadoras. Parece que nada te hace inmune a los agresores, seas quien seas en el futbol femenil.

El primer punto que quiero destacar es la forma en que se minimizan las acusaciones. Cuántas veces se lee en redes sociales la gran frase “pues denuncien…” ajá, bueno, pues lo que ha ocurrido en la NWSL durante 10 años son una serie de denuncias que no se tomaron en cuenta, no se trata únicamente de que las víctimas alcen la voz, sino de que las instituciones las escuchen y tomen con seriedad las continuas violencias a las que se enfrentan.

El segundo punto que debe enfatizarse son los pactos patriarcales, es decir, la forma en que los agresores señalados (Paul Riley, Rory Dames, Christy Holly) simplemente cambiaron de equipo, es decir, se mantuvieron al frente de más mujeres o de jóvenes que siguen su ejemplo. No tuvieron castigo, solo los ocultaron para su protección. ¿Justicia? ¿Reparación del daño? Nada de eso. Son hombres que sin ninguna sanción continuaron con su vida profesional, sin embargo, las víctimas han tenido que lidiar por años con las secuelas de los distintos maltratos.

Paul Riley es una de los agresores en la NWSL


Y el tercer y último punto que quiero mencionar es la normalización de la violencia en sus diferentes expresiones. Yates escribió: “el abuso en la NWSL está arraigado en una estructura más profunda en el futbol femenino, comenzando en las ligas juveniles, que normaliza el abuso verbal de los entrenadores y difumina los límites entre entrenadores y jugadoras, es decir, las niñas y las mujeres siguen creciendo y desarrollándose en entornos donde los gritos, la tortura psicológica, el hostigamiento sexual y otras conductas dañinas son vistas como parte del día a día, como elementos más del ambiente deportivo, cuando claro que esto no debe ser así. Investigaciones como la de Yates, demandas como la interpuesta por la Selección Femenil de Estados Unidos o posturas como las de las seleccionadas españolas son acciones que poco a poco irán abriendo los ojos al resto. Ninguna violencia debe der permitida y toda denuncia debe tomarse con seriedad, para que todos los espacios, incluyendo el deporte, sean seguros para las mujeres y las niñas.

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