Una igualdad cómoda

Las redes sociales explotaron luego de que Yon de Luisa diera a entender que existe la posibilidad de que la Selección Mexicana Femenil pague uno o dos de los partidos del veto impuesto por FIFA por el grito homofóbico que se suscita en los juegos de la rama varonil. De inmediato, periodistas, jugadoras y, sobre todo, la afición, mostró su descontento por semejante incoherencia, sobre todo porque ni siquiera ha habido partidos de la Femenil con afición, así que ni siquiera es un antecedente que haya ocurrido con ellas. Una injusticia que viene a demostrar que en la FMF no sólo continúa la homofobia, sino el machismo.

Un poco de contexto histórico 

La historia de la Selección femenil en México se remonta a los años 70, con el conjunto de Efraín Pérez, aquel entrenador que llevó un selectivo al Mundial extraoficial de Italia 1970 y del que regresaron con el tercer lugar y un cachetadón con guante blanco a la prensa que entonces sí comenzó a voltear a ver a esas mujeres que jugaban futbol. ¿Se contó con la Federación Mexicana de Futbol en ese entonces? No. La FMF, a causa de los estatutos de la FIFA, prohibía que se jugara futbol femenil en sus estadios. Desde hace cinco décadas se ha relegado al balompié de mujeres. 

La Selección Mexicana Femenil podría pagar el veto generado por el grito homofóbico.
Foto: Miseleccionfem


La FMF ante el futbol femenil 

Reitero, en los años 70, cuando surgieron Ligas locales, en medio de esta euforia por los Mundiales de 1970 y 1971, el mencionado Pérez, en conjunto con otros interesados e interesadas en el futbol femenil, querían integrarse a la FMF, pero la respuesta fue el rechazo, por lo que incluso, se tuvo que crear una Asociación Mexicana de Futbol Femenil A. C., también conocida como Asociación Mexicana de Soccer Femenil, afiliada a Acción Deportiva (fundada en 1927 dentro de la Administración Pública del Distrito Federal y hoy es el Instituto del Deporte de la Ciudad de México), esto fue necesario porque la FMF prohibía el futbol femenil, en un contexto en el que la FIFA se hacía de la vista gorda ante las mujeres que querían integrarse a ella. 

Incluso, cuando la Selección Mexicana, organizada por Pérez, jugó en el Estadio Olímpico un amistoso, la FMF salió a la defensiva, a declarar que no se podía realizar, que en sus estadios no habría mujeres jugando futbol, pero para fortuna de las futbolistas, la UNAM defendió su presencia en el recinto, considerando que era de la Universidad, no de la Federación. 

La Selección Mexicana de los años 70 no era reconocida por la FMF.


Luego, cuando se vio que el futbol femenil sí era un espectáculo y que sí podía generar ganancias, con lo sucedido en el Mundial en México, la FMF decidió aceptarlo, pero no como profesional, sino en el Sector Amateur, espacio en el que se mantuvo hasta el 2017, con la Liga MX Femenil que hoy todos conocemos. 

Sin embargo, en estas cinco décadas, el camino para las mujeres futbolistas dentro de la FMF no ha sido sencillo: los años 90 se caracterizaron por voltear a ver a las mujeres sólo cuando se acercaban los Premundiales, pero las condiciones que les ofrecían eran precarias, entrenamientos dos o tres meses antes, sin equipamiento, sin canchas adecuadas, sin una dieta específica. "Nos salíamos a comer quesadillas porque siempre nos quedábamos con hambre", me dijo una exjugadora sobre aquellos días. 

Y si cabía duda de eso, vinieron las declaraciones Hugo Enrique Kiese: “hay prioridades, creo que eso lo debemos entender bien, primero es la selección Mayor, luego la 23, la 20 y la 17 y al final está la femenil, de acuerdo a eso se actúa", es decir, cualquier categoría juvenil de varones era considerada más importante que el primer equipo Femenil, y eso ni siquiera estaba relacionado con ganancias, sino con machismo, por aquello de que algunos argumentan "es que la Femenil no vende". 

Los viáticos que les daban a las jugadoras de la Selección eran prácticamente una burla. Necesitaban ir a comprar al supermercado más cercano a donde se concentraban y así comer lo mejor que se pudiera. Podían estar hospedadas en buenos hoteles, pero sin incluir los alimentos requeridos para su actividad deportiva y, además, amontonadas en pocos cuartos. Esa realidad se siguió viviendo por muchos años. Todavía hace no muchos, Beatriz Pereyra, de Proceso, escribía cómo las seleccionadas tenían que sacar sus cosas de las maletas en pleno aeropuerto, para entregarlas a otras compañeras, pues solamente eran prestadas, cierta marca deportiva no les había dado las suficientes. 

Asimismo, el hecho de que Leonardo Cuéllar se mantuviera en el cargo por casi dos décadas, sólo deja ver la falta de compromiso de la FMF con el proyecto femenil, sin exigencias, sin verdadera preocupación por los resultados, cada vez peores con el exjugador de Pumas. 

Hasta hace poco tiempo también era sabido que era difícil que a las seleccionadas se les dieran otro tipo de beneficios como masajes, algo fundamental en los deportistas y su recuperación. Cuando se tocaba el tema de fogueos, se pretextaba la falta de capital para invertir en femenil, aun cuando la FIFA destina una buena cantidad de dinero a cada una de sus federaciones para el futbol de mujeres. 

¿La Selección Mexicana Femenil en Estadios? 

La forma más cómoda en que la FMF planeaba los partidos de la Selección Mexicana Femenil era para que se celebraran en el Centro de Alto Rendimiento (CAR), tanto de categorías juveniles como de la Mayor. Así es que en el CAR, el equipo Mayor ha tenido juegos contra selecciones como Costa Rica, equipos amateurs y juveniles de la rama varonil. 

La última vez que el Tricolor Femenil jugó en un estadio fue en junio de 2017 en el Estadio Tecnológico, en Monterrey, en un 3-0 sobre Venezuela. A ese encuentro acudieron 3 mil personas únicamente, un poco por la falta de difusión, tal como lo comentaron días después las mismas jugadoras. Además, después del juego, la mexicana Kenti Robles no tuvo empacho en declarar que la cancha no estaba en condiciones para recibir a dos selecciones nacionales, es decir, nuevamente, el poco cuidado de la FMF en esos detalles. 

Kenti Robles celebra el gol que marcó ante Venezuela, en el Estadio Tecnológico.
Foto: Miseleccionfem


Antes de ello, habría que ir hasta el 2014, cuando las mexicanas jugaron en el Estadio Luis 'Pirata' Fuente, en el puerto de Veracruz, en la final de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en la que derrotaron 2-0 a Colombia, con goles de Charlyn Corral y Maribel Domínguez. 

Es decir, celebrar los partidos del equipo femenil en estadios es en realidad algo extraordinario, muy pocas veces ha ocurrido en los últimos años. En este 2021 ya jugaron en el Estadio Azteca, pero fue sin público, por eso es que la repentina decisión de que los próximos encuentros sean en territorio mexicano y, sobre todo, que sean fuera del CAR (donde casi siempre ocurren) nos lleva al sospechosismo de que en realidad lo que la FMF quiere una "chiva expiatoria", que sean ellas las que paguen uno de los dos partidos, por lo menos, del veto impuesto  por la FIFA, a causa del grito homofóbico que surgió en la afición a la Selección varonil.

En una FMF en la que la igualdad de condiciones para mujeres y hombres no es una realidad, quieren argumentar que a la hora de pagar pecados sí se necesita la paridad, no así para la inversión. 

En una FMF en la que históricamente han relegado al futbol femenil al último lugar, vienen a decir que ellas se deben poner la camiseta, aun cuando ellos por años no lo hicieron.

En una FMF en la que los resultados de la femenil no provocan demasiado interés que el de cumplir con un requisito y en el que hubo un tiempo en el que la Selección Mayor no se concentró por más de un año, ahora se requieren con urgencia dos de sus partidos. 

Perdón, pero no nacimos ayer, menos quienes seguimos al futbol femenil desde hace más de una década. 

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