Viste una camiseta roja, del tono de la pasión y de la
sangre que corre por sus venas. Recibe el balón que vuela desde la izquierda y
aterriza en su pie derecho, hace un recorte a la velocidad de la luz y ahora es
la zurda quien entra en acción para golpear el esférico y llevarlo hasta las
redes para sacudirlas al mismo tiempo que los corazones de las casi 79 mil
personas que se dieron cita en el ya demolido Giants Stadium… el grito de gol y
todo el recinto aplaudiendo a la estrella estadounidense Mia Hamm, quien marcó
el primer gol de la Copa Mundial de Estados Unidos 1999.
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Mía Hamm | Foto: http://www.miafoundation.org |
Este 17 de marzo, Hamm está cumpliendo 47 años y aunque dejó
el futbol hace 15, su nombre y su legado se hacen cada vez más fuertes, sobre
todo porque fue de los primeros íconos en este deporte, junto a una generación
dorada de futbolistas estadounidenses, liderada por Brandi Chastain, Michelle Akers y
posteriormente por Abby Wambach.
Hamm rompió los esquemas del futbol en la rama femenil, pues demostró que a pesar de que se le dio impulso muchas décadas después que al varonil, no distaba de poder igualarlo en pocos años si se le apoyaba como debía. Con un físico que imponía y su olfato letal en el ataque, la delantera estadounidense formó su historia con base en éxitos.
Con la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, ganó cuatro veces el campeonato de la National Collegiate Athletic Association (NCAA) y fue elegida la mejor de su Conferencia. Desde entonces, el deporte colegial en Estados Unidos era una oportunidad que los jóvenes tomaban para su crecimiento profesional y ella no lo desaprovechó.
Su camino en la Selección comenzó en 1991 con la Copa del Mundo de China, donde Estados Unidos fue campeón tras vencer 2-1 a Noruega en la final. Hamm jugó aquel partido en el que un doblete de Akers les dio su primer título mundial.
Para la justa de 1995 en Suecia, Estados Unidos, con Hamm en el plantel, se quedó con el tercer puesto al imponerse 2-0 a China y precisamente uno de los goles fue de Mía.
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Fotografía deportiva de línea lateral © 2006 |
Después, vino el oro olímpico de Atenas 1996, y para entonces, la figura de la originaria de Selma, Alabamos, ya era una realidad en el balompié estadounidense y mundial. Tres años más tarde, su nombre fue coreado por las miles de personas que se dieron cita en las distintas sedes del Mundial de Estados Unidos 1999 y su talento visto por millones más gracias a la transmisión del evento, que marcó un parteaguas en este ámbito, lo que además la proyectó a todo el orbe.
Para entonces, Mia Hamm había hecho el ruido suficiente para que unos años más tarde apareciera como una de las mejores futbolistas del siglo XX y recibiera el premio FIFA en 2001 y 2002. Su carrera la terminó con otro oro olímpico, ahora en Atenas 2004, donde Estados Unidos derrotó 2-1 a Brasil.
Tras su retiro e incluso desde un poco antes del mismo, Hamm comenzó con su trabajo fuera de las canchas, primero con su Fundación Mia Hamm, la cual está dedicada para "recaudar fondos y crear conciencia para las familias que necesitan un trasplante de médula ósea o de cordón umbilical y al desarrollo de más oportunidades para las mujeres jóvenes en el deporte".
Además, en 2009 fue nombrada embajadora de la Fundación del FC Barcelona en Estados Unidos, y en 2014 el AS Roma la "fichó" como directiva, es decir, como "parte del consejo de administración del equipo".
Sin duda, el nombre y legado de Mia Hamm van más allá de la leyenda, pues aun cuando dejó las canchas, el futbol sigue respirando su nombre y latiendo con sus goles.
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