En
su mochila falta espacio para los cosméticos, pero sobra para los tenis —antes
blancos— y las rodilleras que, por su olor, se reconocen a distancia. Su bolso
no huele a lo que se supone debería oler el de una mujer, pero sí al de una voleibolista.
Dairi
Rodríguez tiene 21 años, y once los ha vivido en las canchas de voleibol. Entre
sus triunfos se cuentan campeonatos estatales, regionales, y nacionales a nivel
universidad, así como ligas locales, en su municipio, Coatzintla Veracruz. El deporte,
que fue inventado por William Morgan en 1895, le ha dado muchas satisfacciones.
El voleibol es un deporte con gran tradición en el mundo
“Gracias
a él conocí lugares como Zacatecas, Durango y San Luis Potosí, ahí eran las
competencias”, declara la joven que no rebasa el 1.60 de estatura, pero que es
reconocida como gran líbero dentro del equipo Deportivo Allende y con el que juega en la Liga de Coatzintla, Veracruz.
William
Morgan, el inventor, buscaba innovar en sus entrenamientos —era Director de
Educación Física de la Asociación de Jóvenes Católicos, YMCA de Holyoke
(Massachussets) —, así que ideó actividades que incluyeran, por ejemplo, al
baloncesto; sin embargo, éste requería que sus participantes tuvieran ciertas
habilidades y, al tratarse de un deporte de contacto, implicaba riesgos. Fue
así que se originó el "Mintonette", que tiempo después se llamaría
“Volley ball” o balón en vuelo o voleado.
Con
una combinación entre el tenis y el baloncesto, Morgan creó el deporte que llegaría
a México en 1917, gracias a los profesores Óscar F. Castillón de la YMCA que lo
llevó a Monterrey y a Enrique C. Aguirre que lo introdujo al Distrito Federal.
Con
una red como elemento imprescindible, el estadounidense perfeccionó el juego y
pensó en el balón ideal, por lo que se puso en contacto con la firma Spalding
A.G & Bros. para pedirles una pelota especial. En la fàbrica de Chicopee,
Massachussets se creó un balón de cuero con una cámara interna, con una
circunferencia de entre 63,5 - 68,6 cm y un peso entre 252 - 336 gr.
Para
Dairi el hecho de que no sea un deporte de contacto no lo hace ni más fácil ni
más difícil. En sus posiciones de líbero o colocadora, sobresalen sus
habilidades para el fildeo o el voleo, dos requisitos básicos para el buen
jugador.
El
voleibol es un juego donde el balón es tocado principalmente por las manos,
pero no puede ser retenido, parado o sujetado. En la actualidad es posible usar
la cabeza o los pies para tocarlo, siempre y cuando esté dentro de los tres
golpes permitidos por equipo antes de enviarlo al área rival.
No
debe olvidarse que un encuentro de voleibol puede estar conformado por tres,
cuatro o hasta cinco sets, y cada uno es ganado por el equipo que primero
llegue a 25 puntos, siempre y cuando su ventaja sea de dos, es decir, por un
marcador mínimo de 25-23, porque de no ser así el puntaje que debe alcanzarse va subiendo
hasta lograr el cometido de dos puntos de diferencia, por ejemplo: 26-24,
27-25, 28-26, etcétera. La excepción es el set final, que se juega a 15 puntos, igualmente, con los dos puntos de diferencia.
Admiradora
de las mexicanas Bibiana Candelas y las hermanas Diana y Paola Estrada, la
joven oriunda de Coatzintla Veracruz, reconoce en el voleibol un juego de mucha
concentración y precisión. Un centímetro, unas manos mal colocadas o un pie en
mala posición provocan la pérdida de puntos y por consecuencia de todo un
partido.
Seis
contra seis, separados por una red que se levanta a 2.43 metros para el juego
varonil y 2.24 para el femenil y sobre una cancha que mide 18 metros de largo
por 9 de ancho; así se enfrentan los guerreros del voleibol, una disciplina
donde sobresalen las selecciones de Rusia, Estados Unidos, Brasil y Japón en
los hombres y Rusia, Brasil, Cuba, Japón y China en las mujeres; escuadras que ocupan
los primeros lugares en Juegos Olímpicos y Mundiales.
Es una ceremonia: las jugadoras caminan sobre la línea de pintura marcada en la
duela del Gimnasio Municipal Miguel Hidalgo de Poza Rica; Dairi es la cuarta en
la fila, saludan al adversario, pelotean con el enemigo, comparten balones,
sonríen ante la trinchera del rival, el voleibol también tiene toques románticos.
Aunque
esa belleza también puede llegar a desaparecer: “En los 10 años que llevo
jugando nunca me habían dicho nada, hasta que un día me “comí” tres veces a la
líbero del otro equipo y luego ella nos anotó haciéndome una finta y me gritó
‘toma eso pendeja’; la verdad me sacó mucho de onda”, confiesa la veracruzana.
En
México, el voleibol fue instaurado como deporte oficial. La Secretaría de
Educación Pública hizo este decreto en 1928 y se inició una campaña de
divulgación para que los profesores fomentaran en los alumnos su práctica.
Para
Dairi el voleibol llegó solo. Sus padres querían que hiciera deporte, pero
estaban en contra del mal afamado futbol para las niñas, así que optaron por
uno que ellos consideraron como “femenino”. “También me gusta el futbol, si
llego a jugarlo es de portera, porque soy buena tomando los balones y en los
despejes, soy muy segura en eso y mis compañeras me felicitan; pero en el
voleibol tengo mucha más experiencia”, declara.
Con
casi 80 años de vida, la Federación Mexicana de Voleibol, se conserva como una
gran institución, que desde su fundación en 1933, gracias al profesor Juan
Snyder, ha producido triunfos para el país. Su primera victoria apareció en
1935, cuando México obtuvo la primera medalla de oro en la rama femenil en los
III Juegos Centroamericanos y del Caribe realizados en El Salvador; el último
triunfo importante es la medalla de plata en los Juegos Panamericanos
Guadalajara 2011, conseguida por la dupla de Bibiana Candelas y Mayra García,
esto en voleibol de playa.
Su
mochila no carga maquillaje, ni espejos para retocar el peinado, pero sí todas
sus herramientas para la plenitud: un par de tenis que con más de tres años de
historia tienen en su haber varios campeonatos alcanzados; uno de rodilleras azules
que hace mucho que no lava como cábala para la buena suerte; una licra gris que
siempre utiliza para los juegos del domingo y una playera que en la espalda
lleva el número siete y en letras blancas su nombre: Dairi. Todos sus sueños
van ahí, dentro de la mochila, mientras en su cabeza ya se dibujan las jugadas
del próximo partido.
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